Una de las ciudades de las que más había escuchado hablar de Italia pero que nunca me había llamado demasiado la atención era Bolonia. Y siendo que desde varias poblaciones de España hay vuelos ‘low cost’ hasta ella por precios muy, muy asequibles durante todo el año, me decidí a pasar un fin de semana allí. Para mi sorpresa comprobé que sólo había 100 kilómetros de distancia con la hermosa Florencia, otra ciudad desconocida hasta el momento para mí, y que hay trenes que comunican ambas localidades en media hora. Por lo tanto, esta fue la ‘señal definitiva’ para comprar un económico vuelo de 40 euros de ida y vuelta a Bolonia visitando cada día una ciudad…
Sábado: recorrido por Bolonia
El aeropuerto de Bolonia es uno de los más cercanos con respecto a la ciudad (recordemos que aeropuertos en los que se opera con compañías de bajo coste como el de Londres, París o Bruselas están a unos 70 kilómetros de las capitales) ya que en tan sólo 15 kilómetros estás en el centro de Bolonia. Justo cuando íbamos a comprar el billete de autobús para que nos acercara al centro (6 euros por persona), una pareja de españoles nos ofreció compartir un taxi con ellos ya que la carrera del aeropuerto a la estación de trenes sólo era de 16 euros (por lo tanto, a 4 euros por pasajero). Casualidades de la vida, ese mismo chico era un antiguo amigo de mi pareja, por lo que diez años más tarde se reencontraban en el aeropuerto de Bolonia… (¡el mundo es un pañuelo!)
El taxi nos dejó en la estación de trenes ya que el alojamiento lo había reservado a pocos metros de allí por dos motivos: porque al día siguiente iríamos en tren hasta Florencia y porque la estación está a ‘las puertas’ del casco antiguo de Bolonia. Tras dejar las maletas en la habitación, nos dirigimos hacia el sur para llegar en pocos minutos a la zona neurálgica de Bolonia: la Plaza Mayor. Aquí se encuentra la Fuente de Neptuno, el Palacio de Re Enzo, la Biblioteca SalaBorsa y la basílica de San Petronio; para esta última debes entrar con los hombros y rodillas cubiertas. Rodeando el Palacio de Re Enzo está la oficina de turismo, en la que cogimos un mapa de la ciudad.
Yendo por el lateral de la izquierda del templo religioso llegamos hasta el Archiginnasio, uno de los palacios más destacados de Bolonia y la que fue la antigua sede de la Universidad de la ciudad. Se puede acceder al interior sin ningún tipo de coste e incluso utilizar los aseos públicos y gratuitos (algo que no se encuentra en ningún otro edificio público de Bolonia). Lo que sí era de pago era el acceso al Teatro Anatómico, por lo que pagamos sus 3 euros de entrada para ver la sala donde siglos atrás se realizaban las clases de medicina. Al salir, nos dirigimos a la cercana Vía Castiglione para ver el símbolo por excelencia de Bolonia: las Torres Asinelli y Garisenda.
Aunque antiguamente la ciudad estaba ‘plagada’ de torres, sólo estas dos se han mantenido en pie y se han convertido en una de las visitas imprescindibles de Bolonia. Subimos hasta lo alto de Asinelli, tras un ascenso interminable y tras pagar una entrada de 3 euros por persona, pero ofreciéndonos como resultado unas vistas espectaculares de la población donde los tejados rojizos eran los protagonistas. Para coger fuerzas después de la fatigosa subida, nos dirigimos hasta el norte para comer en el famoso restaurante Osteria Dell’Orsa en la Vía Marsala. Bolonia es una de las ciudades más caras de Italia, por lo que en este local encontraréis que la calidad-precio compensa los elevados precios de la población.
En las últimas horas del día, callejeamos por Bolonia, recorrimos la Vía de la Independencia donde se concentran la mayoría de tiendas y fuimos a ver uno de los secretos mejor guardados de la ciudad: los canales de Bolonia. Antiguamente la ciudad tenía una importante red de canales, pero poco a poco fueron desapareciendo para poder disponer de terreno para construir. Sin embargo, en la Vía Piella se puede ver como las aguas de Bolonia recorren todo el subsuelo de la ciudad en un pequeño tramo en el que uno de estos canales sale a la superficie. Antes de ir a dormir, picoteamos algo en uno de los famosos ‘aperitivos italianos’; esta tradición es pagar en un local la bebida y poder merendar/cenar todo lo que quieras sin pagar por ello.
Domingo: Florencia en un día
Y el domingo nos levantamos muy temprano para estar a las 7,30h en la estación de trenes de Bolonia con destino Florencia. Aunque había trenes express que conectaban ambas ciudades en media hora, tenían un coste de 28 euros por persona (contando ida y vuelta); así que decidimos ahorrar un poco y coger el tren que tardaba una hora, hacía más paradas, pero que su precio se reducía a la mitad; por lo que a las 8,30h nos plantamos en Florencia. Su estación de trenes es similar a la Bolonia en relación a emplazamiento, ya que está junto al casco antiguo. Tras desayunar nada más llegar, nos dirigimos directamente a lo que para mi gusto es lo más bonito de la ciudad: la Plaza del Duomo.
La impresionante catedral me dejó con la boca abierta y no podía dejar de fotografiarla
Justo enfrente estaba el baptisterio, pero como estaba en obras, estaba totalmente tapado (en Italia siempre te encuentras con ‘sorpresas’ como esa). Lo ideal es coger la entrada a la catedral a primera hora de la mañana ya que después la plaza queda repleta de turistas; con este billete se tiene acceso al templo religioso, a lo alto de la cúpula, al baptisterio, la cripta, el campanille y el Museo de la Ópera. Después, bajamos hacia el sur para visitar otras dos plazas preciosas: la de la República y la de la Señoría. En esta última se encuentra el Palacio Viejo y justo al lado la Galería Uffizzi, uno de los museos más importantes de Italia. Sin embargo, por problemas de tiempo no entramos a visitar ninguno de los dos monumentos pero me lo dejé ‘apuntado’ para mi próximo viaje.
La siguiente parada fue la ribera del río Arno donde está el símbolo de la ciudad: el Puente Viejo. Considerado el puente de piedra más antiguo de Europa y hoy en día donde se concentran las mejores joyerías de Florencia; nos enamoró nada más verlo. Paseando a orillas del río llegamos hasta ‘los pies’ del Jardín de la Rosa, donde tras un largo ascenso se llega hasta la Plaza Michelangelo.
Además de ser el mejor mirador de la ciudad porque se tiene una panorámica espectacular, fue nuestra última parada antes de regresar en tren a Bolonia ya que nuestro vuelo salía a primera hora del lunes. Sin duda, un viaje más que recomendado si queréis conocer dos ciudades hermosas, en poco tiempo y con un presupuesto bajo.
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