¡Por dios que música! ¡Me está volviendo loca! (como diría mi madre)
Hay ciertas tiendas que no sabes si mirar ropa, comprar, bailar, saltar, cantar… Es la euforia de la música que estés donde estés te anima a disfrutarla.
Llegas un día a casa y tu abuela con la copla. ¡Bendita copla! Aunque no te guste la copla te animas a cantarla, y lo sabes. Al final terminas con tu abuela dando un concierto a los vecinos.
Estas conduciendo y escuches la emisora que escuches la música te incita a acelerar y a sentir la adrenalina de la velocidad.
Haces la faena de casa con los Bee Gees y vuelves a los 80, esa época en que tus padres “partían la pana” en la disco.
Te estás duchando y sabes que cantas mal, pero da igual cantas como si se te fuera la vida en ello.
Estar con tus amigos hablando de temas profundos y con la típica sinfonía nostálgica que hace que la conversación se convierta en un momento especial.