Más alto que los cóndores – Aconcagua (I)

Nunca me imaginé antes de empezar nuestro viaje que vería lo que he visto en el Aconcagua; he leído literatura de montaña, he soñado con cimas vírgenes de nubes perpetuas, sigo con pasión las noticias que nos llegan de los lugares más recónditos de la tierra, pero nunca pensé que todos los sentimientos negativos que he visto reflejados en páginas y páginas de literatura propagandística podrían reunirse en las laderas de una montaña. No me refiero al frío, no me refiero al viento, no me refiero a la nieve, ni siquiera a la puna…Me estoy refiriendo sólo y exclusivamente a esos que se dan en llamar montañeros, esos que con sus dólares de cuento de hadas intentan comprar algo que nunca pensé que podría llegar a comprarse: una cumbre.

Ahora lo sé. Pocos quedan inviolados, pero por ellos y para ellos va este relato.

Aquellos que todavía saben sentir el influjo de la montaña, aquellos que viven y sienten los vientos blancos…

– ¡Víctor! ¿Cómo vas?
– Tengo un frío del carajo, pero ya lo veo… detrás del contrafuerte… 150 metros y… campo II.

Llevábamos 16 días en aquel pedregal. Lo primero que me viene a la cabeza son las rocas y los penitentes, rodeando 20 tiendas de campaña North Face amarillas y una Artiach, la nuestra, la única válida. Hacía dos o tres días que todas esas tiendas, mosaico de vida, habían abandonado campo I, a 5.000 metros, ahora sólo la nuestra permanecía allí, bueno, siendo totalmente sinceros, la nuestra, otra de unos italianos, y la sombra de la tienda de Carlos, el bueno de Carlos, ¿Qué coño habrá sido de Carlos?

– ¡Víctor!, ¡Víctor!

No obtengo respuesta, lo veo a unos 10 metros pero no me escucha, el viento es increíble y el frío mayor en nuestra subida a Campo II. Ya hace días que estamos en altura y hace unas 4 o 5 jornadas que montamos y aprovisionamos Campo II sobre la base del Glaciar de los Polacos, pero el tiempo no nos da tregua y eso que vamos sobre aviso.

Camino al aconcagua

Hace ya dos días que la borrasca no nos da un minuto de respiro: todo empezó con las nevadas, convirtiendo el camino a Campo II en una hilera de nieve perpetua, polvo, sin pisar; continuó con el frío, tremendo, recuerdo cómo congelaba hasta nuestro vaho. Por todo ello, finalmente, la montaña se revolvió, el Aconcagua se reveló escupiendo hordas de gente hacía sus faldas, hileras de compradores de sueños volvían al campo base detrás del pastor, poco después aparecían más y más formando una peregrinación en el lado oscuro de la montaña ¿Cómo será lavía normal? No lo quiero imaginar.

– ¡Víctor! ¿Ves a ese? Amigo, Are you ok? Do you need help?
– Eh, amigo, ¿dónde esta tu mochila? Álex ¿Qué hacemos con éste?
– Ya baja, ya baja. A éste se le fue la olla, mal de altura…
– Venga amigo, go down, go down, better in Camp I.

Los primeros días de nuestra estancia en el Aconcagua los dedicamos a la aclimatación, poco a poco, para estar bien preparados física y mentalmente en nuestro juego con la cumbre. Hicimos un par de porteos con material y las tiendas, primero a Campo I y luego a Campo II, intentando mantener una aclimatación constante. Las primeras veces hacíamos los trayectos entre campo y campo en unas 5 horas pero poco a poco fuimos reduciendo los tiempos hasta lograrlo en menos de 3 horas y cuarto, no era un reto, era simplemente resultado de la buena aclimatación. En nuestros “paseos” hasta campo I y campo II entre buen tiempo y algo de frío no dejábamos de sorprendernos por la cantidad de “ovejas” que subían y bajaban por la escalera al cielo, guiados, aconsejados, con sus tiendas montaditas, su café caliente servido en taza de plata, su comida lista en el plato y una almohada tapando su pastillita de edemox, todo listo para atacar la cima, todo listo excepto el espíritu.

Recuerdo una película de Indiana Jones, una frase que decía: “solo el penitente pasará”. Es curioso pero hasta este momento no me había dado cuenta del significado de esta frase, sólo el que se arrodille, el que muestre respeto por la montaña podrá acariciarla y subirla

Nosotros mostramos respeto, nos dejamos envolver por su mano de piedra, y aun así ella nos expulsó del Campo II, pero el cariño que nos ofreció estoy seguro que no se lo dio a todos aquellos que subieron empujados por dólares de oro, estoy convencido que la sensación de satisfacción que nos quedó a Víctor y a mi no la tuvieron ellos cuando bajaban por las piedras hacía Puente del Inca, o igual sí, porque el cinismo al que hemos llegado convierten al humano en un creador de historias, en un contador de cuentos, en un fabulador que se llena la boca de historias para no dormir. No merece la pena, cada cual sube por lo que sea, pero la mejor sensación te queda por dentro no se puede describir, no merece la pena. Es una lucha, un conjunto de penurias, es un dulce sueño de roca, nieve, nubes, estrellas y sol, absolutamente nada más, que no digan otras cosas, que no os cuenten chismes, es sólo eso, un sentimiento.

alex en el aconcagua

Poco a poco ellos fueron desapareciendo de la montaña mientras nuestras cosas seguían en su sitio, quizá fuéramos un poco inconscientes o ingenuos pensando que el mal tiempo que se avecinaba para los días que teníamos previsto atacar la cumbre se tornaría en un clima propicio; nos resistíamos a abandonar las alturas. Un buen día estábamos en Campo I viendo nevar mientras el lugar, antes teñido de amarillo y negro, estaba ahora vacío completamente, teñido sólo de blanco. El único humo salía de nuestro infiernillo, las únicas risas las nuestras. Ese momento fue de los mejores del viaje.

Sabíamos que incontestablemente el mal tiempo nos echaría hacía abajo, pero tuve una sensación de plenitud muy grande en medio de la nevada, en medio de las montañas, sólo con Víctor a 5.000 metros

– ¿Cómo vas?
– ¡Joder Vic! Hace más frío que el otro día.
– Venga tío, estamos llegando, ya veo las tiendas. Vamos más directos, le entramos por encima de esos penitentes, olvídate del paso de roca del otro día.
– Ok. Tira tú delante, te sigo, pilla el bastón.
– ¡Ostia! Anda Carlos por ahí arriba, debe estar pillando agua en el laguito.
– Perito, tío, tira, tira.

Llegamos a Campo II (siempre me ha llamado la atención la forma que tenemos los “alpinistas” de personalizar, de subjetivar algo tan impersonal tan objetivo, como puede un conjunto de tiendas, curioso ante todo) y vimos nuestra tienda, obviamente tapada por la nieve. Nos agachamos, 5.800 metros. Tira del pecho, quitamos la nieve de la puerta, buscamos la cremallera. Se me va la olla porque sigo con la mochila de 15 kgs puesta, me la quito…Seguimos buscando la cremallera, le damos vueltas, a un lado, al otro, a un lado, al otro, a un lado, al otro…

– ¿Cómo coño se abre esta tienda?
– Qué coño, ¿Tendrá cierre “antiniños”?
– Mierda, no se abre, joder, que le pasa a la cremallera.

Aparece Carlos.

– ¿Cómo les fue, pives?
– No podemos abrir la tienda.
– No sean güevones, miren.

Carlos abre la tienda, usa la cremallera, simplemente. Estamos tontos, síntoma de la altura. Nuestro amigo Argentino lleva más días que nosotros en Campo II, lleva sólo una tienda que carreta desde Campo Base, es joven, pequeño y fuerte como un toro. Está porteando un montón de material para hacer la directa de los Polacos por el contrafuerte rocoso. Carlos lleva dos días encerrado en su pequeña carpa en Campo II, esperando una ventana de buen tiempo que no llega.

– Las expediciones han bajado hace un par de jornadas, pives. Parece que la borrasca durará todavía dos días más.
– Menuda mierda. Habrá que esperar hasta mañana o pasado para ver…
– Che, ¿Qué van a hacer ustedes?
– Nos quedaremos aquí. Esta noche intentaremos subir de madrugada por Falsos Polacos hacia independencia. Si no se puede estaremos un par de días más a ver que pasa.

mulas de carga en el aconcagua

Baja un guía desde Campo II hacía Campo Base. Cargado como una mula, unos 50 kgs, 5 tiendas de campaña, gas, crampones, la basura de los clientes… yo busco mi bolsa “fecal”, ahí está, debajo de la piedra dónde la dejé hace unos 3 días cuando montamos Campo II y me entró el apretón. Tendremos que bajar nuestra basura, nuestras “cacas”, las tiendas, los sacos, la cuerda, el material… será una bajada dura. Sufrir un rato para luego poder tomar una cerveza y un bife de chorizo bien merecido, ¡cómo va a “cundir” ese bife! Bien merecido lo tenemos….

Continuará…

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